EL PLAGIO.
UN DELITO INTELECTUAL
Od. Jenny Gómez
Julio del 2009
El tema referido al “Plagio” amerita una profunda reflexión. Es materia que involucra importantes aspectos, pero que rara vez es mencionado o tratado en las aulas de clase. Normalmente, y al respecto, los docentes no suelen ir más allá de una simple referencia o de una advertencia para los estudiantes, en ese sentido suelen decir: “Deben evitar copiar contenidos”; “Cada quién debe hacer su trabajo”; “eviten utilizar indiscriminadamente el copia y pegue.

Las voces anteriores suelen escucharse en las aulas de cualquier nivel educativo y en muchos ambientes culturales y académicos, más no así las reflexiones en profundidad sobre la gravedad del hecho; esas que verdaderamente debiesen conectar al docente y al estudiante con la realidad, permitirles adquirir consciencia sobre lo que representa aceptar el hecho de
usufructuar las ideas ajenas y dejarle pasar inadvertido. El plagio, como hecho social – académico negativo, debe ser combatido y por tanto se debe procurar accionar de forma efectiva en su contra para progresivamente erradicarlo.
El plagio”, como hecho académico siempre ha existido. En muchas instituciones educativas, particularmente en las Universidades, pareciese normal el leer trabajos de diversa índole, donde los contenidos impresos en unos se parecen a los ya existentes en otros, llámense textos, trabajos y/o discursos elaborados por otros autores. En tal sentido, tan grave es el mal proceder para el estudiante que incurre en el accionar plagiario, como para el docente que lo avala y acepta, haciéndose de la vista gorda. Hay una doble connotación de culpabilidad, que no puede colocarse de lado; plagiar es un hecho que no debiese, bajo ninguna circunstancia, dejarse pasar como inadvertido, mucho menos aceptarse.
¿Dónde están las fallas?; ¿Porqué tanta indolencia y falta de productividad?; ¿Cuál es la razón por la cual se transgreden las normas? ¿Por qué se acepta con indiferencia que el hecho de plagiar se constituya en una acción rutinaria para el alumno?; ¿A quién puede considerarse mayormente culpable, al docente o al estudiante? Estas, y muchas otras preguntas relacionadas pueden emerger en momentos de reflexión; más, aún cuando se les diese respuesta, el hecho prevalece. Así, continúa observándose como el plagio se sigue apoderando, cada vez más, de espacios que debiesen estar reservados para una verdadera creatividad, para una valiosa o al menos útil producción intelectual.
Este trabajo, más que el producto de una reflexión, es un llamado a la consciencia. Un esfuerzo por plasmar en pocos párrafos, las ideas de la autora para ilustrar lo que representa el plagio en perjuicio del conocimiento personal, académico y científico.
Pérez Castaño (2001), Licenciada en Derecho por la Universidad Carlos III de Madrid, especializada en Propiedad Intelectual, en uno de sus trabajos establece una importante relación entre la propiedad intelectual y el plagio. Al respecto dice:
"(...) Por plagio hay que entender, en su acepción más simplista, todo aquello que supone copiar obras ajenas. En lo sustancial, se presenta más bien como una actividad material mecanizada, muy poco intelectual y menos creativa, carente de toda originalidad y de concurrencia o talento humano, aunque aporte cierta manifestación de ingenio. (En línea)
En ese mismo orden de ideas, y al respecto de la relación del plagio con el uso indebido y transgresión a la propiedad intelectual, continúa diciendo:
“…Las situaciones que representan plagio hay que entenderlas como las de identidad, así como las encubiertas, pero que descubren, al despojarles de los ardides y ropajes que las disfrazan, su total similitud con la obra original, produciendo un estado de apropiación y aprovechamiento de la labor creativa y esfuerzo ideario o intelectual ajeno(...)"
Ambas afirmaciones son claras y no dejan lugar a dudas sobre el hecho delictivo en el cual se incurre al copiar las estructuras originales de otros contenidos o al maquillarlas para usarlas en partes de las obras, discursos o trabajos de cualquier índole que se realizan. Está claro que, quien realiza el plagio, más allá de pretender ocultar tras el hecho de usurpar lo ajeno, su falta de creatividad e incluso su incapacidad de producir ideas, criterios, o conclusiones propias, también transgrede los derechos y/o la propiedad intelectual del autor de cuyas ideas se apoderó en beneficio propio.
Lo anterior nos muestra la gravedad que se oculta detrás de la acción aparentemente inocente de copiar, de cortar y pegar. El asunto ahora no luce tan sencillo, por el contrario hay detrás de todo ello un trasfondo que indica que hay hechos punibles que debiesen ser castigados por acciones de la ley.
Pero, la gravedad de lo antes expuesto, no parece considerarse en las instituciones educativas venezolanas y sus diferentes niveles educativos. El plagio, lejos de combatirse, pareciera facilitarse. Esto, desde el mismo instante en que no se orienta ni se educa a los estudiantes sobre la inconveniencia de copiar; cuando no se llama a la reflexión, se aplica medidas disciplinarias o se descalifica, de forma inmediata, a quienes incurren en el hecho, invalidando sus trabajos.
Más grave aún es el hecho de docentes, que dando mal ejemplo a sus discípulos, preparan argumentos, contenidos académicos, presentaciones, trabajos y discursos, copiando alegremente y sin ninguna vergüenza criterios, opiniones y contenidos que pertenecen a otros.
A nivel de importantes universidades y prestigiosos institutos hay historias que envuelven a personajes de la vida académica que han pasado de famosos a tristemente celebres, sólo por incurrir en el plagio. Algunos de ellos, incluso señalados por sus auténticos nombres, pueden conocerse a través de relatos e historias presentadas en artículos especializados y relacionados con el hecho del ilícito plagiario aspecto verdaderamente lamentable, una mancha indeleble que jamás podrá desaparecer.
El problema pareciera tener su origen en lo interno de la personalidad, en la falta de consciencia, en el poco respeto y culto a la parte axiológica, la misma que conecta la moral con el comportamiento ético.
El desarrollo intelectual es un problema personal, algo que debe emerger de la misma necesidad humana de superarse, de estar a la altura del momento histórico que se vive y de la necesidad particular de responder a las exigencias de cada momento en la vida, de las exigencias que provienen del entorno social en el que la persona se desenvuelve.
La capacidad intelectual es innata, pero no así su desarrollo. Salvo muy contadas excepciones, que obedecen a problemas mayormente genéticos, el ser humano viene al mundo dotado de una inteligencia capaz de desarrollarse amplia y progresivamente. ¿Cuál es entonces la razón para caer en la inercia mental y en la comodidad productiva? Sí al actuar para producir se prefiere incurrir en la acción de plagiar, la respuesta parece simple: se impone el facilismo, es más fácil copiar lo que alguien ya hizo que el tener que procurar la información necesaria, leer mucho, indagar y ejercitar el pensamiento mediante la reflexión para luego producir.
La inercia mental, es una cuestión personal. Nadie puede inferir en el estado y apresto metacognitivo de otro. El asunto entonces parece estar relacionado con aspectos culturales, axiológicos y conductuales. Aspectos que son el resultado de un proceso educativo recibido a lo largo de los años, en la escuela y en la familia.
Como conclusión bien puede entonces decirse que cada persona, como dueña de sus propias habilidades y capacidades cognitivas es capaz de procurar un progresivo y permanente desarrollo de su intelecto. Cada quien es capaz de procurar complementar su formación de forma autodidacta y adecuar la disposición reflexiva a la necesidad de producir conocimiento; más en los tiempos modernos, donde la tecnología y los medios de comunicación facilitan el acceso y el manejo de la información, se suele relegar a un segundo plano el esfuerzo de la acción indagatoria, del ejercicio pensante y del culto a los valores que orientan la conducta ética en el campo académico. Así, muchas veces, por causa de esa preferencia al facilismo y la falta de conciencia se incurre en ilícitos relacionados con el plagio, lo cual influye negativamente en la capacidad productiva, causa graves perjuicios y no evade la responsabilidad individual.
El plagio es un delito intelectual, y como tal debe ser duramente sancionado. Es un hecho inadmisible en el campo de lo educativo y de lo práctico de la vida ciudadana; por lo tanto, describirlo y reseñarlo, advertirlo y castigarlo, tiene que ser una tarea permanente. Docentes y estudiantes, especialmente a nivel universitario, deben concientizarse sobre ello y con acciones efectivas tratar de erradicarlo. Está comprobado que, con la práctica permanente del plagio y la impunidad al permitirlo se causa un inmenso daño al desarrollo intelectual personal y a la producción del conocimiento; todo en detrimento de la calidad y del beneficio individual y colectivo que aporta una verdadera y limpia producción de conocimiento. El plagio es, en definitiva, un delito intelectual del cual, cada quien, en lo particular y según el rol que le corresponda desempeñar tiene implícita la consecuente responsabilidad.

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