DR.
FRANCISCO JOSÉ PACHECO SILVA
UNIVERSIDAD
“RÓMULO GALLEGOS”
En diversos
escritos se dice que la teoría de la complejidad emergió durante los años
noventa. Al momento de su aparición y como todo lo nuevo, se constituyó en
materia para el debate entre aquellos que la consideraron un valioso aporte para
la ciencia y quienes la conceptualizaron como un montaje propagandístico
destinado a ser develado en su falsedad. Desde tales argumentos, los contenidos
y presunciones sobre la complejidad dieron lugar a la polémica por abrir puertas
a una nueva cosmovisión y a una innovadora forma de orientar la manera de hacer
ciencia.
Al respecto
considero, sin pretender irrespetar a quienes pensaron y aún piensan que la
complejidad tiene orígenes recientes, lo conveniente de hacer referencia a lo
que pude hallar en un recorrido por la historia de la filosofía. En la época de
Heráclito, ya se hablaba de la asociación de términos para demostrar la verdad
y la mítica cultura oriental hace referencia a los pensadores chinos, como
responsables de fijar posición al respecto del Ying y el Yang como conceptos
del Taoísmo que dan certeza en cuanto a la existencia de una relación
dialógica.
El mismo Morín
(1999) reseña que Lao Tse caracterizaba la realidad desde la reunión de los
contrarios; en tanto que el Taoísmo, en sus concepciones sobre el mundo, asume como
principio base la unidad del universo, considerando al mundo como un conjunto de
elementos ordenados en su relación. Desde lo dicho, la complejidad y su teoría,
en la esencia de sus principios, tiene una data bastante antigua. Desde hace
siglos, el pensar complejo, visualiza al cosmos estructurado y organizado, altamente
dinámico en ese tejido de interacciones.
Estas expresiones
y sus elementos de convicción sirvieron de inspiración a modernos pensadores
como Pascal (considerado el padre de la complejidad) y Spinoza, quien dio vida a
las ideas de autoproducción. Más tarde a Kant y en secuencia a Hegel, quienes
en sus diálogos se refirieron a la dialógica como expresión de relación entre
los opuestos.
En tiempos
recientes, otros pensadores complementan e ilustran sobre la complejidad. Entre
ellos destacan Matthew Lipman (1969) y Edgar Morín, el primero por su aporte a
la epistemología desde su programa de filosofía para niños, criticado por
haberse destinado a la enseñanza de la filosofía en las escuelas con la
intención de mejorar el pensamiento de los niños y procurar, desde temprana
edad, el desarrollo de un pensamiento superior. El segundo, Morín, inspirado en
la Teoría de la Información, la Cibernética y la Teoría de los Sistemas, confiere
importancia al pensar en la complejidad y destaca en sus ideas términos nuevos
y una visión alternativa para la sistematización del conocimiento. Desde su
pensar se habla de la incertidumbre y la integración sistémica de las ciencias
de la tierra y las ciencias ecológicas. (Morín. 1999: 258).
Desde este
recorrido conviene ahora entrar en el tema que me ocupa: interpretar y
argumentar, desde lo presentado por la Dra. Nancy Shavino, el enfoque
integrador transcomplejo y su importancia para la investigación de las realidades
educativas. Al respecto, la autora expresa: “La investigación educativa
implica la generación de conocimiento científico referido a un hecho social que
llamamos educación” (p.27), destacando en su discurso “lo complejo de las realidades educativas”.
Con el subrayado pretendo resaltar dos aspectos importantes: el primero, el
vocablo “complejo”; el cual puede ser entendido, desde lo tangible, como
aquello que resulta enmarañado y compuesto de múltiples y diversos elementos; desde
lo psicológico y lo subjetivo, como todo ese conjunto de ideas, emociones y
tendencias que pueden perturbar o justificar el comportamiento de los sujetos o
actores involucrados en un hecho.
El segundo de los aspectos me obliga a reflexionar sobre lo complicado de definir
con precisión el término realidad. Por
lo abstracto del vocablo, es posible decir que la realidad no puede ser vista
desde un modo personal y único, sino que su percepción depende del complejo
mundo interior de quien la ve. De allí la necesidad de diferenciar la realidad
de lo real, entendiendo esto último como “lo que tiene existencia verdadera y
efectiva” (Diccionario de la Real Academia Española), desde lo cual se entiende
la intención de la investigación; es decir, investigar desde lo percibido para
conocer lo que es, condición aplicable no solo a la educación sino también a
cualquier ámbito, situación de vida, tipo o dimensión del conocimiento. No
existe entonces una sola realidad educativa, estas pueden ser muchas, dependiendo
de una infinita combinación de hechos, circunstancias, situaciones, fenómenos,
actuaciones o percepciones.
Tales aclaratorias permiten comprender porque Shavino habla de la necesidad
epistemológica de acudir a un nuevo enfoque investigativo al cual denomina
“integrador transcomplejo”; caracterizado por aceptar la sinergética relacional
como expresión de esfuerzos para la construcción colectiva del conocimiento; la
complementariedad como condición que acepta la posibilidad de convivencia de
las concepciones filosóficas, las metodologías múltiples en una misma
investigación y la conjunción justificada
de nuevas tendencias como la transdisciplinariedad y la complejidad para hacer
frente a las debilidades atribuidas a las tradicionales y conocidas posturas
paradigmáticas en cuanto a la producción de conocimiento.
Desde esa perspectiva considero que, asumir con éxito los retos que impone
el aplicar o desarrollar, en un momento determinado, este nuevo modelo
investigativo, involucra la necesidad de cambiar la cualidad pensante que
caracteriza al científico formado, identificado o altamente familiarizado con
los modelos paradigmáticos tradicionales. Igual expectativa la medito como
imprescindible para el investigador en formación. Es preciso evolucionar el ser
pensante desde lo personal y lo estructural.
A estos aspectos los considero interrelacionados, porque al no modificarse
y condicionarse la forma de pensar es difícil comprender el por qué y el para
qué de una nueva concepción epistemológica, entender la nueva metodología y hacer
uso de los recursos identificados con esa nueva forma de hacer ciencia. Lograr
esto, no resulta fácil cuando se parte de una forma de pensar arraigada en el
tiempo y se pretende hacer de forma autodidacta. Es preciso promover la acción
y el hecho de cambio desde la estructura misma; vale decir, desde aquella psicológica
y física donde se cimienta la formación del investigador.
Atendiendo a este argumento, acudo a lo señalado por Jorquera Fernández (2009),
quien refiere: “en el ámbito científico-profesional de los espacios sociales
contemporáneos, el concepto de competencia se encuentra usualmente conectado a
la acción práctica específica que define al desenvolvimiento social del
investigador” (p.300) y desde esa expresión concuerdo con la necesidad de un investigador
que debe poseer “conocimientos, habilidades, actitudes, comprensiones y
disposiciones cognitivas, socioafectivas y psicomotoras apropiadamente
relacionadas entre sí para facilitar su desempeño flexible, eficaz y con
sentido de una actividad o de cierto tipo de tareas en contextos nuevos y
retadores” (Vasco, 2003).
Comprender y aplicar el modelo al cual se refiere la Dra. Shavino implica adaptar
el modo de pensar del investigador, acción que debe superar el reduccionismo,
el mecanicismo y el conformismo analítico al cual se está acostumbrado, ya que
ello centra al hombre de ciencia en un solo nivel de la realidad. Para llegar a
ello, desde lo individual es preciso aceptar el reto, adquirir conciencia de la
insuficiencia anidada con el paso de los años y superarla. Solo, desde el
atrevimiento, es posible alcanzar la meta y desde la materialización de ese esfuerzo
acondicionar al pensamiento para visualizar lo complejo e ir tras lo transdisciplinario.
Desde esa intención es necesario adquirir habilidades que permitan al
investigador alternar en las distintas dimensiones y niveles sistémicos, a los
cuales igualmente corresponden dimensiones y niveles de interpretación,
comprensión y sistematización de la multiplicidad y diversidad presentes en la
realidad.
La otra parte de lo estructural compete a las instituciones educativas, en las
cuales se debe superar la fragmentación curricular, que responde a la
clasificación y separación de las disciplinas científicas y humanísticas. Esa
parcelación, ha contribuido a cimentar ese modo de pensar mayormente
reduccionista, simplificador y disyuntivo, que poco favorece el pensar en la
complejidad. Ambos aspectos han dado lugar a la adquisición de habilidades
cognitivas refractarias a la comprensión de la complejidad y por ende han
contribuido a fortalecer la dificultad para establecer relaciones entre los
elementos y factores, hechos o acciones que hacen explicables o comprensibles,
con mayor profundidad, fenómenos naturales y sociales.
Ya para concluir, el enfoque integrador transcomplejo es valorado por integrar
los postulados de la transdisciplinariedad y la complejidad, además de
configurar una matriz epistémica multidimensional para la cual se debe adoptar
una posición investigativa abierta, flexible, integral, multivariada y sistémica.
Desde la naturaleza de sus principios, el enfoque se considera que responde,
como una nueva alternativa epistemológica, al exigente reto que impone el
investigar para conocer sobre la complejidad de las realidades educativas.
Dada la naturaleza del objeto considerado, se expresa la intencionalidad de
abordarlo desde la superación de las hegemonías pretendidas por los paradigmas
positivistas y cualitativo, aceptando la posibilidad de que ambos coexistan
complementándose para superar los vacíos del conocimiento, integrándose a la
luz de lo complejo y lo transdisciplinario.
De lo anterior, la necesidad de lograr una perfecta sinergia entre los
elementos estructurales que hacen posible el conocer, destacando la importancia
del investigador, cuyo pensamiento y acción debe superar la barrera que impone
la herencia del pensar disgregado para reconocer la potencialidad fáctica y el
valor de la complejidad cuando se trata de investigar en educación.
REFERENCIAS
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Última consulta (Julio 2013)
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en línea, disponible en: http://victorvorrath.com/2005/11/23/el-programa-de-filosofia-para-ninos-de-matheew-lipman/
(última consulta: Julio del 2013)